Arquetipo de la Venganza



El Conde de Monte Cristo

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (Mateo 5: El Sermón del monte)

“La mejor venganza es ser diferente a quien causó el daño” (Marco Aurelio, 121-180 dC)

Cuando leí por primera vez El Conde de Montecristo me atrapó la historia de la transformación a través de la venganza, una emoción no siempre bien vista moral y éticamente pero que como cualquier emoción no tiene intención, simplemente aparece y luego, según el contexto en que se presenta le damos una forma intelectualizada con un juicio de valor correspondiente también al espíritu de la época.

Esta novela no sólo nos habla de la venganza sino también de los valores en general, del amor, la justicia, la lealtad, la piedad y el perdón.

Podemos enmarcar a El Conde de Montecristo como una novela clásica, definiendo a la obra clásica como aquella que perdura en el tiempo y acerca de la cual existe un consenso universal que reconoce su calidad y un aporte al patrimonio de la humanidad, ya que refleja temas universales (motivos arquetípicos) independientemente de la cultura o de la época. Son textos que no pasan de moda y siguen interesando a las personas a través de generaciones. Borges nos explica que no debemos confundir el concepto de libro clásico con el de libro sagrado. Clásico viene de «clasis», que significa fragata o escuadra; es decir, un libro clásico es un libro ordenado con cierto rigor, como tiene que estar todo ordenado a bordo. Pero además de ese sentido relativamente modesto de un libro ordenado, un libro clásico es un libro eminente en su género. En un libro sagrado son sagradas no solo sus palabras sino también las letras con que fue escrito y eso quiere decir que una inteligencia infinita ha condescendido a la tarea humana de redactar un libro. El Espíritu Santo, en este caso, ha condescendido a la literatura, lo cual es tan increíble como suponer que Dios condescendió a ser hombre. Pero aquí condescendió de modo más íntimo, ya que el Espíritu Santo es quien escribe un libro, y en ese libro nada puede ser casual. En toda escritura humana, en cambio, siempre hay algo casual. La Sagrada Escritura es un texto absoluto y en un texto absoluto no interviene para nada el azar, todo debe ser, todo es, exacto.

Para darnos cuenta de la importancia de este tema en la literatura en particular y para el funcionamiento psíquico en general podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Puede existir una historia, novela, guión o argumento donde no figure el tema de la venganza? La venganza como tema, sea directa o indirectamente, le da dirección y sentido a la obra, ya que busca aliviar el conflicto de la trama. ¿Ocurre lo mismo en el psiquismo? ¿La planificación y concreción de la venganza, alivian el conflicto?

El libro fue publicado en 1845, sus autores fueron Alejandro Dumas (padre) y el historiador Auguste Masquet, aunque este último no figura como autor ya que Alejandro Dumas pagó una suma elevada a los editores para que así ocurriera. La historia de la novela ocurre alternativamente en Francia, Italia y varias ciudades del Mediterráneo entre 1814 y 1838, abarcando el gobierno de Napoleón I y los reinados de Luis XVIII, Carlos II y Luis Felipe I.

El Conde de Montecristo existió en la realidad. Jean Paul Bendit, fue un noble francés que defendió los principios de la revolución en 1789, colaboró en la redacción de la Constitución de 1791 y fue detenido acusado de traición en 1792, luego puesto en libertad y asesinado.

Alejandro Dumas obtuvo la idea para escribir El Conde de Montecristo a partir de una historia real: François Picaud fue un zapatero que vivió en Paris en 1807 y se comprometió con una mujer de familia adinerada, sus amigos, celosos de esta situación, lo acusaron falsamente de ser un espía de Inglaterra, motivo por el cual fue encarcelado durante siete años. Durante ese período, su moribundo compañero de prisión le legó un tesoro en Milán. Cuando en 1814 Picaud fue liberado se apoderó del tesoro y volvió con otro nombre a París dedicándose durante diez años a vengarse de sus amigos.

Tomando como modelo esta historia, la novela comienza cuando su protagonista, Edmond Dantés, segundo de a bordo de “El Faraón”, buque dedicado al comercio de algodón con Alejandría y Esmirna perteneciente a la empresa Morrel e hijos, vuelve exitoso a Marsella a reencontrarse con su familia y amigos tan sólo con diecinueve años. En poco tiempo será promovido a Capitán debido a la muerte durante la última travesía del capitán Leclere y se casará con la bella Mercedes Herrera. Pero Dantés obnubilado por su buena fortuna no se da cuenta de las emociones que circulan a su alrededor, su amigo Danglars, contador de la empresa Morrel e hijos, lo envidia y Fernando, primo de Mercedes perdidamente enamorado de ella, lo acusan de ser agente espía bonapartista (Napoleón estaba prisionero en la isla de Elba y se realiza una conspiración para que recupere el poder. Escapó de la isla el 26 de febrero de 1815 y Luis XVIII se enteró recién el 5 de marzo; Napoleón volvió a Paris y se instaló nuevamente en las Tullerías el 21 de marzo en lo que se llamó la Segunda Restauración), por lo que es llevado ante Gerardo de Villefort que era el sustituto del procurador del Rey y su único objetivo para encarcelar a Dantés era proteger a su padre y su carrera, ya que su padre era un conspirador y Dantes tenía una carta para entregarle a él de la cual desconocía su contenido, por lo que es arrestado y encarcelado sin juicio previo. Durante el encierro en el Castillo de If, construido en 1524 por orden de Francisco I en el islote de If a tres kilómetros de Marsella para encerrar a los prisioneros de Estado, intenta varias veces quitarse la vida por lo que lo trasladan a un calabozo para prisioneros peligrosos. Intenta nuevamente suicidarse dejando de comer, pero al escuchar que en la celda vecina alguien está cavando para tratar de escapar recupera la voluntad. El prisionero de la celda contigua, el abate Faría, llega cavando hasta el calabozo donde se encuentra Dantés ya que había equivocado el camino y se hacen amigos. Faría le enseña idiomas, historia, matemáticas y química. Ahora cavan juntos para poder escapar. Luego de contarle su historia, el abate le hace notar a Edmond que ha sido traicionado. El esfuerzo por cavar va debilitando a Faría quien finalmente muere, pero antes le confía a Dantés el escondite de un tesoro en la Isla de Montecristo. Los guardias envuelven el cadáver del abate en una pesada manta; Dantés lo desenvuelve, lleva el cuerpo del abate a su celda y se mete él en la manta. Los carceleros atan el cuerpo a una pesada bola y lo lanzan al mar.

Podemos aquí hacer un primer paréntesis en la historia. Acabamos de decir que Dantes escapa sumergiéndose en el mar. La inmersión en el agua simbólicamente es una purificación. En la historia de rituales y mitos antropológicos, tanto el fuego como el agua son símbolos de purificación. Lo inconsciente colectivo no es un sistema aislado. La finalidad de los ritos y dogmas es afianzar la consciencia. Los ritos son formas de propi¬ciar y producir un acontecer beneficioso a través de la purificación del mundo interno. El agua se utilizaba como símbolo de purificación en muchas religio¬nes desde fechas muy lejanas. En el mundo antiguo las aguas del Ganges en India, del Eufrates en Babilonia y del Nilo en Egipto se utilizaban para baños sagrados. El baño sagrado era también conocido en cultos mistéricos helenos.

El bautismo cristiano es una forma de iniciación, ya los Esenios (movi¬miento místico, judío, precristiano y pacifista.) practi¬caban baños rituales y bautismos con la diferencia de que estos últimos los repetían periódicamente. Entre los cristianos primitivos, el valor sacramen¬tal del bautismo estaba en el hecho de que reconocían en Jesús al Mesías, al hijo de Dios. Como se desarrolla en el evangelio según San Juan “... el bautismo es un don libre de Dios que hace posible un segundo nacimien¬to a partir del agua y del espíritu” (San Juan 3,5).

El agua como símbolo de la purificación está relacionada con lo materno (útero) y lo femenino. En la mitología, la imagen del agua está íntimamente relacionada con diosas, nereidas, sirenas y brujas que suelen aparecer como guardianes o manifestaciones del agua (pozos, calderos, etc.), representando un aspecto fomentador o amenazador de vida.

Podemos decir entonces que esta inmersión de Dantes en el agua para escapar podría estar simbolizando la iniciación a una nueva etapa.

Continuamos con el relato de la historia. Dantés escapa y nada hasta una isla donde luego de un tiempo un barco de contrabandistas lo recoge, hace amistad con los tripulantes, cambia de nombre y se rasura el cabello. De esta manera comienza a viajar y trabajar con ellos. Varias de las transacciones se realizaban en la Isla de Montecristo por ser esta una isla desierta. Dantés aprovecha los viajes para explorar la isla en busca del tesoro secreto legado por el abate Faria. Un día finge caerse de unas rocas y cuando sus compañeros lo van a ayudar les dice que está muy lesionado y que no los quiere atrasar, les propone que se vayan y que vuelvan a buscarlo en unos días. De esta manera logra la tranquilidad y el tiempo necesarios hasta que encuentra el tesoro.

Utiliza esa fortuna para hacerse un nombre, investigar y generar más dinero. Luego de un tiempo regresa a Marsella y tomando diferentes personalidades logra confirmar sus sospechas descubriendo que todos los que lo traicionaron han triunfado en la vida: Fernando es Conde, se casó con Mercedes y tienen un hijo; Danglars es Barón y el banquero más rico de París y Villefort es Procurador del Rey. Contrariamente, su amigo Morrel, que era un rico propietario de un negocio naval está en bancarrota y Dantés lo ayuda anónimamente a recuperarse.

Edmond comienza su plan de venganza bajo el nombre y apariencia de Conde de Montecristo. Provoca la quiebra de Danglars y lo obliga a huir a Italia; se ocupa también de Fernando y Villefort provocando conflicto y crisis en sus respectivos entornos.

Luego de algunas peripecias, idas y vueltas y cuestionamientos Dantés decide revelarle su identidad a Mercedes y esta decide abandonar a Fernando quien se suicida al sentirse herido en su honor.

El objetivo de este trabajo es ilustrar a través de la historia de Edmond Dantés algunas ideas acerca del proceso de individuación planteado por Jung tomando como eje la necesidad de venganza. La palabra “venganza” viene del latín vindicare, la cual está relacionada con vindex (vengador); la palabra vindex a su vez está compuesta por vis (fuerza) e index (indicador, señalador, índice), o sea: señalar con fuerza. La venganza como hecho en sí suele tener una connotación negativa, pero ¿qué sucede con todo el proceso creativo que implica poner en marcha un plan de venganza? ¿Es un proyecto? ¿Se convierte en una motivación? Estas son algunas de las preguntas que trataremos de ir contestando a lo largo del presente trabajo teniendo en cuenta que la venganza, como toda emoción-vivencia, puede tener su lado creativo o destructivo. Aparece una nueva pregunta: ¿La venganza es una emoción o es un plan intelectualizado que se lleva a cabo a partir de emociones como enojo, envidia y exclusión entre otras?

En su libro Complejo del chivo expiatorio. Hacia una mitología de la sombra y la culpa, Silvia Brinton Perera se refiere al “complejo del chivo expiatorio” como una formación arquetípica donde algunos individuos son condicionados a acarrear con los aspectos del drama del chivo expiatorio o del expiador. El chivo expiatorio se siente inferior, herido, culpable; mientras que el expiador siente el alivio y la liviandad de haberse deshecho de una carga inaceptable para su Yo. Sin embargo, ambos son inconscientes de su Sombra colectiva. Claramente este es el interjuego psíquico que se da entre Edmond Dantes y su entorno, el Yo ideal que muestra Dantes a su regreso a Marsella es poco tolerable para la Sombra colectiva que lo rodea.

Basándose en el libro publicado por Charles Darwin en 1872 La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, el investigador en psicología y antropología Paul Ekman sostiene que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son universales y tienen por consiguiente un origen biológico; lo mismo podríamos decir desde nuestra perspectiva instintivo-arquetípico. Ekman describió seis emociones básicas: ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa. También habló de emociones sociales como vergüenza, culpa y satisfacción; de estados anímicos, o sea la sensación de agradable o desagradable que acompaña alguna idea o situación y se mantiene en el tiempo (lo que Jung describió como función sentimiento que nos permite emitir juicios de valor acerca de las emociones); y por último hablo de estados mentales, dentro de los cuales estaría la venganza. Desde este planteo y punto de vista, entonces, la venganza no es una emoción, sino que es una idea obsesiva sostenida en el tiempo como producto de ira y enojos mal elaborados y calificados como desagradables.

Claramente, no hemos vencido nuestras pasiones, sólo hemos aprendido a mantenerlos dentro de unos límites estrictamente decorosos. Dice Jung en Arquetipos e inconsciente colectivo: “Por otra parte, la emoción es el momento en que el acero cae sobre la piedra y salta la chispa; la emoción es, en efecto, la fuente principal de toda toma de conciencia. Sin emoción no hay transformación de tinieblas en luz, ni de inercia en movimiento”

Uno de los autores que más trabajó en sus obras el tema de la venganza fue William Shakespeare (1564-1616). La obra más representativa en este sentido es Hamlet, escrita en 1601. Hamlet es una tragedia de venganza. Esta obra alcanza la cumbre de la literatura universal en cuanto a la caracterización del tipo humano. La historia transcurre en Dinamarca. El Rey Hamlet, padre del príncipe Hamlet, es asesinado por su hermano Claudio y el fantasma del Rey le pide a su hijo que se vengue. El argumento tiene que ver con la locura, tanto real como fingida, y con la transformación del dolor en ira; explora también temas como la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral. Shakespeare definió aquí una de las personalidades más arquetípicas de la cultura occidental: el hombre y su dilema como centro de la existencia. La gran dicotomía en Hamlet es la subyacente en todo ser humano: la lucha entre pensar y ejecutar. El autor señala a través de sus personajes dualidades esenciales como justicia y venganza, razón y locura, destino y azar, realidad y ficción, honradez y maldad, responsabilidad y libertad. En un artículo titulado América Latina: exilio y literatura, Julio Cortázar escribe: “Polonio dice de Hamlet: “Hay un método en su locura”. Tiene razón, porque aplicando su método demencial Hamlet triunfa al fin; triunfa como un loco, pero jamás un cuerdo hubiera echado abajo el sistema despótico que ahoga a Dinamarca. La vida de Ofelia, de Laertes y la suya son el terrible precio de esta locura, pero Hamlet acaba con los asesinos de su padre, con el poder basado en el terror y la mentira, con la junta de su tiempo. En esa locura hay un método, y para nosotros un ejemplo. Inventemos en vez de aceptar lo que nos pegan. Definámonos contra lo previsible, contra lo que se espera convencionalmente de nosotros”. Tanto en Hamlet como en el Conde de Montecristo la traición se convierte en venganza. La traición duele, provoca odio y rencor.

Representada por primera vez en Londres en 1611, La tempestad, es una historia de arrepentimiento y venganza. Su protagonista, Próspero, legítimo duque de Milán, es condenado al exilio en una isla debido a las intrigas de su hermano Antonio que asumió el poder. Durante sus años de destierro Próspero se vuelve un experto en magia para llevar a cabo su venganza, con la ayuda de Ariel, un “espíritu del aire” a su servicio, provoca una tempestad para que el barco de su hermano se hunda y los ocupantes lleguen a las costas de la isla donde él se encuentra; pero el protagonista inesperadamente se arrepiente. En el mundo de la dramaturgia esto fue asociado directamente a la vida de Shakespeare ya que después de haber alcanzado el pico de la maestría teatral, de repente abandonó el teatro; tal vez porque entendía que no podía cambiar nada con sus obras. Comprendió que todo había terminado para él; a través de Próspero perdona a todos y se despide.

En El mercader de Venecia, el judío Shylock en su conocido parlamento no hace una llamada a la tolerancia, sino que busca una justificación para su venganza: “Si un judío ofende a un cristiano ¿Qué humildad le espera? La venganza. Si un cristiano ofende a un judío ¿Cómo ha de pagarlo según el ejemplo cristiano? ¡Con la venganza! La maldad que me enseñáis la ejerceré, y malo será que no supere al maestro.

Así como Hamlet es la tragedia de la venganza, Otelo es la tragedia de los celos. Otelo es víctima de la pasión venenosa que son los celos en muchas ocasiones. El verdadero protagonista de la novela no es Otelo sino Yago. Yago es el traidor y astuto amigo de la desconfianza. Otelo se enamora de Desdémona y Yago que siente rencor porque no fue ascendido de puesto planea una venganza junto con Rodrigo, ex pretendiente de Desdémona, haciéndole creer a Otelo que Desdémona lo engaña con Casio. Otelo enceguecido por los celos mata a su mujer y luego se suicida. Otra historia de celos, traición, venganza y arrepentimiento.

Nuevas preguntas surgen en relación a nuestro trabajo, pero no nos detendremos demasiado en ellas, sólo las dejaremos planteadas: ¿Cuál es la función del arrepentimiento como emoción? ¿Sirve para evitar y contener la acción planificada de la venganza? ¿Es producto de la culpa como emoción social según la descripción de Ekman? ¿La culpa y el arrepentimiento compensan la ira y el enojo como adaptación social? ¿Arrepentirse necesariamente es perdonar? ¿El arrepentimiento implica reconocer algo o simplemente es una reacción defensiva ante el temor que le genera a uno mismo lo que puede llegar a hacer? Dicho de otra manera, ¿Nos arrepentimos por miedo a nuestra propia Sombra?

Adelantándonos al final de esta exposición podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuál es la verdadera venganza del Conde de Montecristo? Mi opinión es que como vimos dice Marco Aurelio: “La verdadera venganza es ser diferente al otro”, por lo tanto la venganza de Edmond Dantes está en redimirse, o sea liberase de la situación penosa que le provoca dolor; es su propia transformación. Cada uno de los personajes que lo van acompañando en la historia son proyecciones de sus figuras internas. Por ello la novela es una historia sobre la individuación de Edmond Dantes.

En el ámbito de la ópera, encontramos el melodrama Rigoletto, de Giusseppe Verdi y con libreto de Francesco María Piave, basado en el libro de Victor Hugo El rey se divierte. La obra ocurre en Mantua, Italia, durante el siglo XVI. El Duque de Mantua canta a una vida de placer con tantas mujeres como sea posible. Rigoletto, el bufón del Duque, se burla de los maridos de las mujeres que el Duque quiere conquistar. Uno de ellos, el Conde Monterone, jura venganza a Rigoletto y le echa una maldición. De regreso a su casa, Rigoletto conoce a Sparafucile, un asesino profesional que le ofrece sus servicios. Ya en la casa, se encuentra con su hija Gilda a quien Rigoletto le tenía prohibido salir salvo a la Iglesia para ir a misa y acompañada de su doncella Giovanna, por temor a que algún hombre pueda conquistarla y alejarla de él. Gilda, no sabe de que trabaja de su padre, conoce a un muchacho en la Iglesia que le dice que es un estudiante, pero es el Duque que le ha ocultado su identidad. El Duque soborna a Giovanna para que lo deje entrar a la casa y allí le declara su amor a Gilda. Los cortesanos, continuando con su plan de venganza, raptan a Gilda suponiendo que es la amante de Rigoletto. La llevan ante el Duque y allí se rencuentran. Cuando Rigoletto se entera del romance entre el Duque y su hija decide vengarse de su jefe y contrata a Sparafucile para que lo mate. Como parte del plan, el Duque es seducido por Maddalena, hermana y cómplice de Sparafucile para que pase la noche en la taberna con ellos y allí asesinarlo. Gilda está dolida por el engaño pero sigue enamorada. Rigoletto le ordena a su hija que tome dinero y huya a Verona vestida de hombre donde él la alcanzara más tarde. Gilda, ya vestida de hombre, escucha una conversación entre Maddalena y Sparafucile donde ésta le pide que en lugar de matar al Duque asesine al bufón. El asesino, pensando en el dinero que le resta cobrar se niega, pero le dice que matara al primer hombre que entre a la taberna antes de medianoche. Gilda, haciéndose pasar por un mendigo entra a la taberna y es asesinada. Sparafucile le entrega el saco con el cuerpo a Rigoletto y cuando éste está por arrojarlo al río, escucha al Duque cantando. Abre la bolsa y horrorizado encuentra en él a su hija.

Podríamos decir que el proceso psicológico que lleva a la venganza es como un encadenamiento emocional que comienza con la decepción y/o frustración en un vínculo, esto lleva a la impotencia la cual deriva en enojo, y como veremos en el párrafo siguiente, como plantea Jung, el enojo o la ira pueden tener un destino reactivo en venganza como acción psíquica planificada para aliviar este circuito emocional. ¿Se manifiesta esto de la misma manera en la introversión que en la extraversión? Yo creo que como reacción psíquica se manifiesta de la misma manera, pero probablemente el introvertido haga su plan en forma más lenta, silenciosa y menos arrolladora. En cambio, el extravertido probablemente necesite respuestas más inmediatas, compartir su plan, verificar y corroborar que va pasando con él a medida que lo va ejecutando.

Nos encontramos aquí con una nueva pregunta: ¿Es Edmond Dantes un perverso? El término perverso proviene del latín pervertere, que significa dar la vuelta o invertir. Desde el punto de vista estrictamente de la definición, entonces lo es, ya que lo que intenta es revertir la historia. El tema desde lo psicológico son las herramientas que utiliza para lograr su objetivo. Desde el acoso o el maltrato psicológico, un individuo puede destruir psíquicamente a otro. Si no hay culpa no hay sufrimiento. Una de las cosas que aprendemos de los grandes novelistas es como describen psicológicamente a sus personajes, Alejandro Dumas no es la excepción, nos queda claro a lo largo de los distintos capítulos de El Conde de Montecristo, que el personaje no siente culpa ante su necesidad de vengarse y destruir al otro. Todo individuo normalmente neurótico presenta actitudes perversas, pero estas sólo se vuelven destructivas con la frecuencia y la repetición a lo largo del tiempo. La perversión fascina, seduce y da miedo. Desde un plan racional, como es la venganza, el perverso paraliza a su víctima para que no se pueda defender, la víctima no entiende lo que está pasando y por lo tanto no encuentra las herramientas necesarias para cuidarse y protegerse. Cuando el perverso se siente abandonado o defraudado suele exhibir respuestas aparentemente depresivas, pero en la mayoría de los casos resulta ser enojo y resentimiento cargados de deseo de venganza. La herida narcisista provoca un deseo ilimitado de obtener revancha, no es una reacción pasajera y desordenada, sino un rencor inflexible al cual se aplican todas las capacidades de razonamiento. La condena a la impotencia es la peor de las condenas. La reacción vengativa como plan es arquetípica, en todas las épocas ha habido seres carentes de escrúpulos, calculadores y manipuladores para los cuales el fin justifica los medios.

Por otro lado, desde un punto de vista más simbólico, el acto malo rompe un orden y la venganza aparecería como una necesidad de compensación equilibrante para reordenar lo que se perturbó. Dice Jung en Energética psíquica y esencia del sueño “Si se ha de explicar un hecho psicológico, debemos recordar que lo psicológico exige un doble modo de observación: causal y finalista. Digo a propósito finalista para evitar una confusión con el concepto de lo teleológico. Al hablar de finalidad me refiero simplemente a la aspiración de un fin inmanente a la psicología. En lugar de aspiración a un fin podría decirse también sentido final. Todos los fenómenos psicológicos poseen un sentido de estas características, incluso los fenómenos meramente reactivos, como por ejemplo las reacciones emocionales. La ira por haber sido agraviado tiene el sentido final de venganza; la ostentación de tristeza tiene sentido final de provocar compasión por los demás” De esta manera, el vengador pasa a ocupar el lugar de un Dios, Zeus estableciendo el orden desde el Olimpo, por lo que el acto de venganza tiene también cierta connotación de soberbia, “yo puedo ejercer poder sobre el otro”, como se dice habitualmente: “La venganza es el placer de los dioses”, pero la omnipotencia es sólo un atributo de Dios.

En su novela histórica Las aventuras del sargento Lamb, el mitólogo Robert Graves dice: “La venganza es la emoción que arde con más fuerza en el pecho de un salvaje, y no hace distinciones entre el malhechor y sus asociados. Tomemos un ejemplo de los abusos del comercio de pieles, tan enormes que parecen increíbles. Los indios se reunían en Montreal o en algún otro centro de comercio en otoño, para cambiar pieles conseguidas en la estación anterior por armas, municiones, mantas y otros artículos que necesitaban para su sostenimiento. Por pieles que valían doscientas o trescientas libras esterlinas, producto de todo un año de caza, con sus fatigas y peligros, al cazador se le llenaba de aguardiente y luego se le daba un caldero, un bello mosquete, unas pocas libras de pólvora, un cuchillo, una manta de lana, algunos ornamentos sin valor para sus brazos y nariz, junto con pinturas, un espejo y un poco de tela roja y tejido de algodón de poca calidad para hacer un vestido de mujer. Todo esto no valía la vigésima parte de las pieles que el indio había traído. Si luego el arma que se le había dado resultaba no servir para nada, como ocurría con frecuencia, a pesar de su aspecto llamativo, y si reventaba a la primera descarga, hiriéndolo, probablemente procuraría vengarse, no del fraudulento mercader que le había dado el arma, sino indiscriminadamente contra el primer grupo de blancos con que se encontrara”. [1]

Quizá una de las historias donde más se destaca el tema de la venganza es en la novela escrita en 1880 por Lewis Wallace: Ben Hur. Judah Ben-Hur es un joven noble de Jerusalén que tiene ideas opuestas a las de los romanos. Por negarse a delatar a sus amigos, es falsamente acusado de traición por Messala, oficial del ejército que controla el poder en el vasto Imperio. Es despojado de sus honores, repudiado por su familia, separado de su mujer y arrojado a la esclavitud, submundo en el cual se forja su destino como rebelde. Y es desde esas tinieblas que marcha rumbo a Roma bramando por venganza. Vemos en esta historia un esquema similar al del Conde de Montecristo: traición, exclusión, reclusión, ira y venganza.

Encontramos también el tema de la venganza en La Ilíada de Homero. Agamenón, que en griego significa obstinado y muy resuelto, regresa a Grecia luego de la Guerra de Troya y Egisto, que había sido seducido por Clitemnestra, esposa de Agamenón, lo invita a un banquete y lo mata. Según la historia homérica, Orestes, hijo de Agamenón estaba ausente en Micenas cuando su padre fue asesinado. Al cumplir los veinte años, el oráculo de Delfos lo envía de regreso a su casa para vengar la muerte de su padre. Se encuentra con su hermana Electra delante de la tumba de Agamenón y allí planean la venganza. Este mismo relato lo encontramos también en las obras de Sófocles y Eurípides, las dos llamadas Electra. Orestes entra la palacio real haciéndose pasar por un mensajero que va a anunciarle a Clitemnestra la muerte de su hijo y mata a Egisto.

En la literatura argentina encontramos el cuento de Borges Emma Zunz, publicado por primera vez por la revista Sur en 1948 y luego como parte del libro El Aleph en 1949. El texto es una de las joyas de la obra borgiana. Emma Zunz recibe una carta donde le notifican que su padre había muerto. Guarda la carta, llora mucho y tiene una gran cantidad de recuerdos; entre ellos trae a su memoria la confesión que le había hecho su padre acerca de una acusación falsa que él recibió sobre un robo y le dice que el verdadero ladrón era Aaron Loewenthal, dueño de la fábrica donde ella trabaja. Este secreto le hacía sentir a ella que tenía cierto poder sobre Loewenthal. Esa misma noche, luego de tantas lágrimas y recuerdos pergeña su plan de venganza. Pide una entrevista con su empleador supuestamente para hablarle acerca de la posible huelga que se avecinaba en la fábrica. Ese mismo día, sabiendo que había llegado un barco sueco al puerto, va a un bar, seduce a un corpulento marinero y tiene sexo con él. Es excelente la descripción que hace Borges aquí de las emociones que atraviesan a Emma. Luego va al despacho de su jefe que la recibe con mucha confianza, ella le relata todo lo que sabe y lo mata. Se dice a sí misma: “He vengado a mi padre y no me podrán castigar…” , pero como sabemos, la venganza no consiste en matar, sino en hacer que el otro sufra lo mismo o más de lo que uno sufrió, por lo que se queda con la duda de si realmente Loewenthal comprendió. Al final Borges dice: “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.”

Edgar Allan Poe tiene también dos excelentes cuentos sobre la venganza, Hop-Frog (1849) y El barrill de Amontillado (1846). En el primero, un enano exiliado de su patria se convierte en el bufón de un rey aficionado a las bromas. El rey y sus cortesanos habían ofendido con sus bromas a la enana Trippetta, a quien él amaba, por lo que decide vengarse. Para ello consigue que el rey y sus cortesanos se disfracen de orangutanes y se encadenen unos a otros en una fiesta de disfraces. Delante de todos los invitados Hop-Frog los iza con un gancho, les prende fuego a los disfraces y escapa con Trippetta.

En El barril de Amontillado, Montresor busca a Fortunato para vengarse de una humillación sufrida en el pasado; al encontrarlo ebrio le resulta fácil convencerlo para que lo acompañe a su bodega diciéndole que recibió un nuevo barril de Amontillado, lo conduce hasta las catacumbas de la casa y allí consuma su venganza.

El Conde de Montecristo nos habla también del Destino. Para los griegos, lo humano no era más que un grado menor de lo divino y por lo tanto, las dos condiciones participan de la misma naturaleza. Los dioses y los hombres se encuentran sometidos al Destino cuyos decretos son inmutables. En la mitología griega Ananké era la madre de las Moiras (personificaciones del destino), representa lo inevitable, necesario e ineludible. Junto con Cronos, representan las fuerzas del tiempo y el destino que rodean el Universo guiando la rotación de los cielos y el inevitable paso del tiempo.

Encontramos un ejemplo de esto en un cuento basado en la novela de John O Hara Cita en Samarra: “Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: señor, cuando estaba en la plaza del mercado una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: ¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana? No fue un gesto de amenaza, le contestó, sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra.”

El Conde de Montecristo nos hace referencia también a la esperanza. Vamos a detenernos aquí un momento para hacer referencia al conocido mito de Pandora. Así como Eva fue la primer mujer en la religión judeo-cristiana, Pandora lo es para la mitología griega. Zeus le ordena a Hefesto, dios del fuego, su creación para castigar a la raza humana porque Prometeo había robado el fuego sagrado para dárselo a los hombres. Cada dios le otorgó a Pandora una cualidad, como la belleza, la persuasión, la habilidad manual, la gracia, etc., pero Hermes, mensajero de los dioses, puso en su corazón la mentira y la falacia. Según la versión de Hesíodo en Los trabajos y los días, Pandora abrió un ánfora que contenía todos los males y estos inundaron la tierra, para cuando logró cerrarla, sólo quedaba adentro la esperanza, por lo que los humanos no la recibieron. Es el mismo simbolismo que encontramos cuando Eva muerde el fruto del árbol del bien y del mal. Nos habla del advenimiento de la consciencia, o de la toma de consciencia y pérdida del estado paradisíaco. Más allá de esto, el ánfora es un símbolo del inconsciente colectivo. Podemos preguntarnos: ¿Cuál es el sentido de la esperanza apresada en el ánfora? Si en el ánfora estaban todos los males ¿Por qué se encontraba la esperanza en ellos? ¿La esperanza entonces es un bien o es un mal? Encontramos varias lecturas sobre esto. Una versión del mito dice que el ánfora en realidad contenía todos los bienes y que Zeus se la había dado a Pandora para que se la regale a Epimeteo el día de su boda, pero la manera imprudente en que Pandora abrió el ánfora hizo que los bienes volvieran al Olimpo dejando a los hombres afligidos con todos los males y dejándoles como consuelo la esperanza. Otros intérpretes dicen que la esperanza va con los males porque es compañera de la miseria, pero esta lectura es refutable porque la esperanza también es compañera de la felicidad. La explicación que más cierra para la historia de esperanza de Edmond Dantes es la que plantea el Dr. Vicente Rubino aclarando que el termino griego no significa esperanza en sentido moral, sino que significa “espera”. Justamente a lo largo de la historia el personaje hace referencia permanentemente a la espera como forma de lograr los objetivos en la vida. Todos aquí sabemos que lo que muchas veces nos permite lograr nuestros objetivos, más allá de las acciones elegidas en cada circunstancia, son el tiempo, la paciencia, confiar y esperar.

Jung definió al arquetipo como un patrón genético de funcionamiento psicológico común a toda la especie humana, equivalente a lo que sería el patrón de comportamiento característico de cada especie animal. Los arquetipos forman parte del contenido del inconsciente colectivo y se manifiestan en diferentes formas según la cultura en la cual se expresen. De esta manera podemos decir que las diferentes formas de conciencia moral en las distintas épocas son manifestaciones arquetípicas, y, por lo tanto, la ética como expresión del espíritu de la época no sólo es moral, sino que también es arquetípica; necesitamos arquetípicamente de esa estructura ético-moral que de un marco y un orden para poder vivir adecuadamente en sociedad. En base a esto, me animo a sostener que la venganza como emoción pasa a ser también una manifestación arquetípica que ocurre luego de expresarse variados juicios de valor según el contexto sociocultural.

Destacamos antes que el tema central del Conde de Montecristo es la venganza como móvil, pero también aparecen en el texto, como en toda novela que quiera atraer al público, otras manifestaciones como el amor, la justicia, la lealtad, la piedad y el perdón entre otras. Uno de los puntos nodales de la filosofía platónica es la “Teoría de las formas” o “Teoría de las ideas”. Platón (427-347 a.c.) hace una distinción entre mundo sensible, que sería el mundo de las cosas visibles y materiales y el mundo inteligible, o sea, aquel que no se puede captar por medio de los sentidos, donde habitan las ideas. Estas ideas son modelos a partir de las cuales se basan las cosas físicas que no son otra cosa que copias imperfectas de aquellas. En el mundo de las ideas no existe la dualidad ni el cambio, es el mundo de lo que realmente es; el mundo sensible, reflejo del mundo de las ideas es cambiante y dual y nos permite captar una realidad aparente que tiene de todas formas algo de real ya que participa en lo inteligible. Dicho de otra manera, las cosas son cambiantes en el mundo material e inmutables en el mundo inteligible. Las formas son conceptos inteligibles, inmutables y eternos y son la causa del mundo sensible que no es otra cosa que el reflejo del mundo de las formas. Las formas a su vez están limitadas por las capacidades cognoscitivas de los individuos. Retomando lo que venimos exponiendo, amor, justicia, perdón, belleza, venganza, ira, piedad, etc., son formas (ideas abstractas) a las que cada individuo les otorga su propio sentido según su historia personal; son estructuras (arquetipos), patrones, que se repiten en todas las épocas y culturas y que se manifiestan en cada sociedad según el espíritu de la época y en cada individuo según su propia historia.

Retomemos el tema de la venganza. Desde chicos se nos enseña que determinado tipo de emociones no deben formar parte de nuestra vida; sin embargo, el niño ve que el adulto expresa ese tipo de emociones y además siente que él mismo no las puede evitar, se enoja, transgrede, agrede y cuando juega a algo y pierde quiere volver a jugar, ¡¡ quiere otra oportunidad para vengarse!! Esto es inevitable, todas las emociones pueden estar acompañadas de malestar, ansiedad y sufrimiento sin que esto implique anormalidad. Dice Carlos Byington en su libro Envidia creativa: “Los símbolos y funciones estructurantes en sí no son buenos o malos, pues es la función que desempeñan en la psique la que los torna productivos o destructivos, creativos o defensivos, dependiendo del momento y las circunstancias del desarrollo. [2]

Entre aquello que nos imponen y aquello que fluye desde dentro, o sea, entre lo que esperan que seamos y lo que queremos ser, surge una negociación a la que Jung llamó Persona o Máscara (del griego πρόσωπον [prósôpon]). El concepto de Persona es un concepto principalmente filosófico, que expresa la singularidad de cada individuo. La Persona está vinculada a los papeles y roles socioculturales elaborados durante siglos en las diferentes culturas y sociedades en donde un individuo desarrolla diferentes roles y para cada uno de ellos necesita de una máscara distinta. Cuando la Persona no se puede expresar adecuadamente los símbolos y funciones que estructuran la psique no encuentran un camino creativo y se fijan formando Sombra, o sea, que podemos decir que hay una tensión permanente entre Persona y Sombra que va alimentando el desarrollo de la consciencia y esta tensión estaría expresada en la dualidad energética entre creatividad y defensa como procesos psicológicos.

La Persona se conforma como un sistema de relaciones entre consciencia individual y sociedad, produce una máscara social que cumple una doble función, por un lado, dar una determinada impresión, y por el otro, encubrir la verdadera naturaleza del individuo. En esta negociación, el sujeto intenta aferrarse a lo colectivo, lo cual significa un autosacrificio, una concesión que provoca una identificación con la persona y pasa a creerse aquello que representa. Esto provoca que se activen mecanismos compensatorios en el mundo interno, que serán expresados a través de síntomas, sueños, actos fallidos, olvidos, creatividad, irrupciones emocionales inesperadas, mecanismos a través de los cuales la Sombra intenta expresarse. La sombra representa un problema ético y moral, ya que se trata de tener como presentes los aspectos oscuros de la personalidad (cuando hablamos de aspectos oscuros no nos referimos necesariamente a aspectos considerados negativos, sino simplemente a aspectos que están en Sombra, o sea que no ocupan el campo de la consciencia, puede ser que hayan sido reprimidos, que no estén en ese momento porque el equilibrio psíquico no los necesita o aspectos que nunca han llegado al campo consciente; en otras palabras, en la Sombra habitan aspectos fijados por la represión y aspectos creativos, todo formando el paquete de recursos inconscientes que tiene el individuo para lograr la adaptación en las distintas instancias que le toque vivir). Los rasgos que constituyen la sombra son de naturaleza emocional y tienen autonomía propia. Dice Jung: “La emoción no es una actividad sino un suceso que a uno le sobreviene” [3]. Para decirlo de otra manera, las emociones no las hacemos, sino que las encontramos hechas; no elegimos enamorarnos o enojarnos conscientemente, sino que nos encontramos enamorados o enojados y luego racionalizamos esa emoción dándole una forma individual. Estos rasgos suelen no ser reconocidos ya que hacerlo implica replanteos morales y éticos, por lo tanto, se proyectan. Reconocemos lo que no nos gusta de nosotros en los otros.

En El Conde de Montecristo aparece claramente la expresión de la Sombra desde el comienzo. Cuando Dantés llega a Marsella se despliegan en su entorno celos, envidia, competencia y temores que son depositados sobre el protagonista como blanco de las proyecciones de la debilidad de sus amigos y conocidos.

En la mitología romana, encontramos la ira (Alceto, deberes morales), venganza (Tisifone, deberes de sangre) y envidia (Megara, deberes de infidelidad), eran conocidas como las tres Furias (Erinias en la mitología griega), su misión era hacer sentir la sentencia de los dioses, eran crueles y justas a la vez. Los amigos de Dantés sintieron envidia e ira. Podemos definir la ira como un sentimiento desordenado de odio y enojo, el cual nos ciega deformando la realidad. Las decisiones que toman están teñidas por estas emociones y los lleva a planear una venganza construyendo todo un sistema de creencias para argumentar y justificar que va a recibir lo que se merece; viéndolo así, la venganza sería la necesidad de castigar a una persona o grupo por una mala acción percibida, sea real o no. A diferencia de la justicia, en general la venganza tiene más que ver con la injuria que con la reparación; el objetivo suele ser que el otro sufra más o por lo menos lo mismo que el dolor que produjo y si es posible asegurarse que no lo volverá a hacer, el resultado de esto es que causa placer ya que alivia el sentimiento de rencor. Además, asegurarse que el otro no volverá a cometer la acción cierra el círculo vicioso de venganzas interminables (supuestamente para eso está la justicia y los jueces deciden y dictaminan litigios, sino las personas al no poder negociar adecuadamente sus emociones estarían permanentemente buscando como vengarse del dolor que le produjo el otro, ya sea por hechos reales o imaginarios) En la mitología griega encontramos a Temis, diosa de la justicia. Su equivalente romano es Lustitia. El nombre Temis, significa “ley de la naturaleza” más que “autoridad humana”. Temis, “la del buen consejo”, representa el orden divino, las leyes y las costumbres; por ello, cuando se la ignora aparece Némesis trayendo el justo y colérico castigo. Némesis en la mitología griega personifica la venganza divina, castiga a los que caen en hybris (desmesura), su función simbólica es la de regular los excesos y reestablecer el equilibrio cuando algún hecho pone en peligro el orden de las cosas; por ejemplo, Creso (último Rey de Lidia entre los años 560 y 546 a. c.), cuyo reinado estuvo marcado por los placeres y la guerra, era un hombre demasiado rico y feliz , fue conducido a la ruina por Némesis cuando es llevado a una expedición para vencer a Ciro II (Rey de Persia). Némesis también actuó cuando los persas dieron por cierta la victoria sobre Atenas, pero nunca llegaron a conquistarla, ya que el escultor Fidias hizo una estatua de Némesis con un bloque de granito que los mismos persas habían llevado y esta escultura sirvió como motivación a los atenienses que vencieron en Maratón.

Podemos definir “Justicia” como la voluntad constante y perpetua de dar a cada cual lo suyo; diferenciándolo del “Derecho” al cual podemos definir como la ciencia de lo justo y lo injusto, o sea, un orden normativo que busca dar protección a determinados valores que resultan importantes para la sociedad, y uno de esos valores es la Justicia. Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco sostiene que la virtud más necesaria de todas para la conservación del mundo es la virtud de la justicia, considerada como la suma de todas las virtudes, afirmando que es la virtud completa, por cuanto refiere a otras personas, pues es más difícil ejercer la virtud con los demás que solamente consigo mismo. Aristóteles había insistido en que para que un acto sea perfectamente virtuoso debe ser hecho por razón de sí mismo, es decir, porque es lo que debe hacerse. Llamamos a un acto justo, dice Aristóteles, si es lo que un hombre justo haría; pero de ahí no se sigue que un hombre sea justo, es decir, que tenga la virtud de la justicia, simplemente porque hace el acto que haría el hombre justo en las mismas circunstancias. Para que él sea justo debería hacerlo como lo haría el hombre justo, y eso incluye el hacerlo por ser lo que debe hacerse.

Es interesante en este punto revisar el concepto de anomia. Se denomina anomia (del griego ἀνομία / anomía: prefijo ἀ- a- «ausencia de» y νόμος / nómos «ley, orden, estructura») a la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la sociedad. El término fue introducido en primer lugar por el sociólogo Émile Durkheim (1858-1917) en La división del trabajo en la sociedad (1893): "Un estado sin normas que hace inestables las relaciones del grupo, impidiendo así su cordial integración"- En su libro El suicidio, Durkheim estudia las causas y tipologias de esta conducta y encuentra que se caracteriza por una pérdida o supresión de valores (morales, religiosos y cívicos) junto con las sensaciones asociadas de la alienación y la indecisión. Y esta disminución de los valores conduce a la destrucción y la reducción del orden social: las leyes y normas no pueden garantizar una regulación social. Este estado lleva al individuo a tener miedo, angustia, inseguridad e insatisfacción y lo pueden conducir al suicidio. La anomia casera también induce el suicidio: una alta tasa de divorcios, por ejemplo, lo favorece estadísticamente. La anomia es una falta de regulación de la sociedad sobre el individuo, al que impide limitar sus deseos sufriendo un mal "infinito".

El escritor holandés Herman Koch en su novela Casa de verano con piscina dice a través de uno de sus personajes: “El concepto ojo por ojo, diente por diente describe mucho mejor la naturaleza humana de lo que nos atrevemos a admitir en público. Matas al asesino de tu hermano, castras al violador de tu mujer con un cuchillo de carnicero, cortas las dos manos de quien se cuela en tu casa para robar. El Derecho solamente provoca un retraso infinito para acabar con la misma sentencia” (Koch H.: Casa de verano con piscina. Ed. Salamandra. España. 2012)

La conocida Ley del Talion (Lex Talionis) se refiere a la justicia retributiva en donde se impone un castigo idéntico al delito cometido (ojo por ojo, diente por diente). El término Talion deriva del latin talis (idéntico) de donde viene la palabra española tal; no se refiere a una pena equivalente, sino a una pena idéntica. Se lo plantea como un intento de reestablecer proporcionalidad entre daño producido y daño recibido poniéndole un límite a la venganza y cortando el circuito al que hicimos referencia anteriormente. En el Código de Hamurabi (siglo XVIII a.c.) se utilizaba con mucha claridad la misma ley, por ejemplo, “si un hijo golpea a un padre se le cortarán las manos" (ley 195) o "si se quiebra el hueso de un hombre se quebrará el agresor (ley 197). En la Ley Mosaica (Antiguo Testamento entre el milenio II y I a.c.) aparece la Ley del Talion en Exodo (21: 23-25): 23 Pero si hay otros daños, entonces pagarás vida por vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie; y en Deuteronomio (19:21): 21 Y tu ojo no tendrá compasión: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie. Estas leyes siguieron vigentes para el judaísmo hasta que los rabinos determinaron que las penas pasarían por el resarcimiento económico (época talmúdica). La Ley de las Doce Tablas o Ley de la igualdad romana, muestra la Ley del Talion en la Tabla VIII contendría lo que sería el derecho penal de la época (Rama antigua, siglo V a.c.): -Aquel que cause daño a una parte del cuerpo de otra persona y no sea posible llegar a un acuerdo con el ofendido, será castigado con un daño igual al que ha causado. -Aquel que con la mano o con el bastón rompa un hueso a otra persona será condenado a pagar una multa de 300 ases; si la persona golpeada es un esclavo, la multa será de 150 ases. -Aquel que maldiga la cosecha... no podrá gozar del producto de otro. -Si aquel que realiza un robo nocturno es muerto en el lugar, su muerte será considerada legal -El patrón que engañe a su cliente será execrado. En el Derecho Germánico (derecho que regía la idiosincrasia de los pueblos germánicos), encontramos la Blutrache o venganza de sangre, esto estaba permitido cuando un miembro de una familia era dañado o moría, los miembros de la familia de la víctima tenían derecho a devolver con una agresión similar quedando exentos de culpa.

Encontramos en el Génesis 34 la historia de Dinah y Jacob. Dinah era hija de Jacob y Lea; un día que Dinah salió, Siquem, el hijo del Príncipe la vio, la violó y se enamoró de ella, cuando volvió al palacio le pidió a su padre que se la consiga para casarse con ella. Jacob se enteró de la violación pero decidió guardar silencio hasta que sus hijos volvieran del campo donde estaban trabajando. Cuando el Príncipe Jamor se presentó, los hermanos de Dinah ya habían regresado y enterados del hecho le reprocharon la actitud de Siquem. Para resarcir el daño y cumplir su objetivo, Siquem les ofreció que se quedaran en sus tierras, que se podían casar con las mujeres del pueblo y que le pidieran lo que necesitaran a cambio de que permitieran que Dinah y Siquem se casen. Los hermanos decidieron aceptar y engañar a Jamor y Siquem pidiendo que todos los hombres del pueblo se circuncidaran para que sean todos iguales. Jamor aceptó y habló con los hombres del pueblo y todos aceptaron. Tres días después de haberse circuncidado todos los hombres del pueblo seguían doloridos, los hermanos de Dinah aprovecharon para atacar y saquear la ciudad matando a todos los hombres, incluidos Jamor y Siquem. Cuando Jacob se enteró del hecho le cuestionó la acción a los hijos y estos respondieron con una pregunta: ¿debió haberla tratado como a una prostituta? (El nombre Dinah es el femenino de Dan y viene de la palabra Dun que significa juicio en el sentido de pleito, justicia, sentencia).

Podríamos seguir ahondando en ejemplos, sería muy extenso, sólo mencionaremos que hay mucho escrito en la literatura sobre la vendetta siciliana o venganza entre familias y clanes mafiosos.

La venganza está ligada al sacrificio, algo se sacrifica en el vengador y en el vengado. Mircea Eliade sostiene que es parte del cambio y la transformación. La finalidad primaria de los sacrificios colectivos es corroborar y confirmar un cambio que se ha producido en la condición social del individuo. Para Eliade, parte del sentido de los sacrificios en los pueblos primitivos y en las religiones en general, consiste en rituales para mantener tranquilos a los dioses evitar la venganza de estos ante lo que los hombres hacen equivocadamente.

Encontramos también en la mitología griega el mito de la venganza de Electra. Electra fue hija de Agamenón, Rey de Micenas y Clitemnestra, hermana de Helena. Antes de partir a la guerra de Troya Agamenón ofrece en sacrificio a su hija Ifigenia. Luego de diez años en Troya, Agamenón vuelve victorioso y con dos hijos que tuvo con la profetiza Casandra; es recibido por Egisto, amante de Clitemnestra, y entre los dos como venganza lo matan junto a Casandra y sus dos hijos. Cuando Electra vuelve a Micenas luego de haber estado un tiempo ausente y se entera de la traición de su madre, decide vengarse junto con su hermano Orestes; asesinan a Egisto y a su madre, pero Orestes enloquece perseguido por las Erinias (Furias) por haber transgredido los lazos familiares. Ambos fueron llevados por Atenea a la Acrópolis y fueron absueltos en un juicio.

Además del tema de la venganza, encontramos en El Conde de Montecristo el “descenso a los infiernos”, representado por su estadía en prisión. Tanto en griego (κόλαση) como en latín (inferos), infierno puede traducirse y hace referencia a “lo que está debajo”. La creencia compartida por las culturas mediterráneas era que tras la muerte las almas descendían al inframundo (Hades para los griegos, Sheol en hebreo). En el cristianismo Santo Tomás (1225-1274) argumentó sobre el descenso de Cristo a los infiernos en Summa Theologiae (escrita entre 1265 y 1274),” Cristo bajó a cualquiera de los infiernos; pero no a todos por igual. Pues, al bajar al infierno de los condenados, su eficacia se tradujo en impugnarles por su incredulidad y por su malicia. En cambio, a los que estaban encerrados en el purgatorio les dio la esperanza de alcanzar la gloria. Y a los santos Patriarcas, que estaban encerrados en el infierno solamente por el pecado original, les infundió la luz de la gloria.” El descenso a los infiernos o limbo lo encontramos también como concepto cristiano fundamentado en el discurso del Apóstol Pedro (finales del siglo I a. c. - 67). “Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.” La misma idea se encuentra en el Credo de los Apóstoles: “Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos.” A pesar de que el descenso de Cristo a los infiernos es un episodio apenas sugerido en el Nuevo Testamento, despertó una gran curiosidad entre los primeros cristianos, y se convirtió en el foco de muchas leyendas cristianas. En la cristiandad oriental recibe el nombre griego de Anastasis.

El Término catábasis (del griego κατὰ, "abajo" βαίνω "avance") significa descenso de algún tipo, puede ser bajar de algún lugar, la caída del sol, la retirada de un ejército o el descenso al inframundo. Por el contrario, anábasis significa llegada o ascenso. En la mitología, la catábisis representa el épico viaje del héroe a los infiernos. Como plantea Pilar Gonzalez Serrano, “La idea de la catábasis, del descenso al infierno (o inframundo), y la posterior salida del mismo, anábasis o resurrección- aparece inmersa, desde la más remota antigüedad, en el marco de las creencias funerarias de casi todas las civilizaciones del mundo. Desde que el hombre fue hombre, es decir, desde que adquirió la facultad de reflexionar sobre su propia existencia y tuvo conciencia del hecho de la muerte, necesitó, primero, enterrar los despojos mortales de sus seres queridos, después, honrar los lugares funestos o de enterramiento de los personajes notables con monumentos de entidad sobresaliente, como fueron, por ejemplo, los dólmenes y, más tarde o al mismo tiempo, alimentar la esperanza de una pervivencia en el más allá, ante la evidente descomposición de la persona física.” Las ideas de katábasis (descensus ad inferos) y anábasis (ascensus ab inferis) aparecen inmersas, desde la más remota antigüedad, en casi todas las civilizaciones del mundo. Desde que el hombre tomó conciencia del fenómeno de la muerte, la religión ha proporcionado, a través de diversos rituales funerarios que conducen a la vida eterna, una respuesta a ese “gran vacío” que supone la muerte. Todo esto junto con la inmersión en el agua, como vimos al principio representa una iniciación, el encierro en la oscuridad de la prisión y la posterior huída sumergiéndose en el agua, forman parte de un esquema ritual típico en rituales iniciáticos de tribus, sociedades secretas, sectas y religiones. Podemos describir tres tipos de catábasis:

1) Hybristiké Katábis, lo que los griegos llamaban pecado de desmesura, está relacionado con la superación de los límites del mundo físico, son ejemplo de este tipo Hércules, Teseo y Piritoo);

2) Romántica: como el viaje de Orfeo para rescatar a Euridice. Se refiere a despegarse de la materia para encontrarse con los seres que ya partieron

3) Necromante: sería la integración de la personalidad hacia el encuentro con la muerte; el ejemplo más claro es el de Odiseo en el episodio de Nekya en la Odisea, en donde pierde todas sus pertenencias y a su tripulación por su Hybris; su bajada al hades representa la muerte del hombre viejo y natural para el posterior nacimiento del hombre iluminado que ya no orienta su vida por las glorias del mundo.

El tema del viaje al inframundo aparece en los mitos con mucha frecuencia, a pesar de ser un lugar del cual supuestamente no se retorna, muchos semidioses han logrado volver. El significado simbólico de esto es la transformación, a veces, este cambio personal puede quedar en lo individual o incidir y modificar también lo colectivo, pero siempre implica un reconocerse, no se puede tomar con simpleza el contacto con la muerte con el territorio sombrío personal y colectivo. En estos mitos suele aparecer algún guía o ayudante o psicopompo (ser mitológico que acompañaba las almas al cielo o al infierno), alguien que orienta, papel que cumple el abate Faría en la novela. En las mitologías griega y romana, Hermes (griega) o Mercurio (romana) guían a Heracles (griega) o Hércules (romana) en su descenso al inframundo; Dante lo pone en la figura de Virgilio, Ulises en Circe, Eneas en la Sibila; estos acompañantes le dan seguridad al héroe. Hay muchos motivos por los cuales se desciende a los infiernos: amor, obligación, servicio, desafío, pero siempre está el “Hilo de Ariadna” que nos ayuda en el camino de regreso, el inconsciente nunca nos abandona. Enfrentarse a la muerte es abandonar las certezas y saber que nos vamos a sentir ansiosos, angustiados, temerosos e inseguros, pero también es saber que vamos a regresar transformados. Algunos ejemplos son: Orfeo desciende en busca de su amada Euridice; Gilgamesh en la mitología sumeria desciende buscando la planta de la juventud eterna; Psique lo hace para pedirle a Perséfone belleza para Afrodita; Hermes va al rescate de Core/Perséfone; Hércules como parte de su duodécima prueba tiene que descender para enfrentar y buscar al Can Cerbero; Teseo acompaña a su amigo Piritoo para buscar a Perséfone ya que éste deseaba casarse con ella; Eneas busca a su padre; Inanna (Ishtar) en la mitología sumeria Diosa del amor, la vida y la luz, desciende para consolar a su hermana Ereshkigal, Diosa de la oscuridad y la muerte.

Transformación

Durante la novela Dantés se va transformando, va mutando su alma, su psique. La necesidad de venganza hace que se despierte en él un proceso creativo de transformación a través del cual su Persona (máscara) y su Sombra van combinando e integrando aspectos para lograr un nuevo equilibrio.

Todo plan de venganza implica destrucción y reconstrucción, intentamos destruir lo que el otro nos provocó y lo reconstruimos como plan; luego, en la ejecución, destruimos y reconstruimos lo que era nuestra relación con ese otro que nos dañó. Es un juego de proyecciones e introyecciones donde la Sombra realiza un proceso de asimilación y acomodación. Un aprendizaje tortuoso desde lo emocional. Algo de la Sombra del otro se proyecta en nosotros generando ira y enojo, que al ser mal canalizado se transforma en venganza, comenzando de esta manera este circuito de proyecciones e introyecciones. Cabe aclarar aquí que las emociones simplemente aparecen y se expresan en forma autónoma; por lo que la expresión de bien o mal canalizada una emoción ya pasa más por una cuestión de juicio de valor conciente vinculado a la ética y a la moral, o sea a lo que se espera “normalmente” como expresión de esa emoción. Psicológicamente todo proceso de destrucción implica sacrificio. Jung destaca que sólo la vida simbólica puede expresar la necesidad del alma. La planificación de la venganza implica un ritual y en el ritual estamos cerca de la divinidad, somos divinos, nos sentimos dioses que podemos manejar los hilos de la vida, y sobre todo, de la vida del otro. Jung pone como ejemplo al sacerdote en el altar, simbólicamente se ofrece a sí mismo en sacrificio durante la misa ¿Hacemos esto nosotros?¿En que momento sabemos que lo hacemos? Si queremos que haya un cambio en nosotros debemos ofrecernos al sacrificio. Toda transformación implica un rito y un sacrificio.

La transformación es un proceso necesario para el crecimiento y desarrollo psíquico y va acompañando de diferentes formas las distintas etapas del proceso de individuación.

Anselm Grün en su libro Transformación hace un interesante análisis de este proceso de cambio. Tomaremos para desarrollar este punto dicho texto e iremos ampliando los conceptos que plantea Grün con algunas ideas y comentarios.

Dice Grün: "...Transformación es algo distinto al cambio, pues en el cambio hay algo de violencia, en tanto que en la transformación el proceso es más suave. Si creemos que debemos cambiar constantemente, es porque en el fondo tenemos la sensación de que no somos buenos, de que debemos ser distintos, de que es necesario formarnos de otro modo. Por otra parte, transformarnos significa que todo puede continuar, que es bueno y tiene un sentido, que mis padecimientos y enfermedades también tienen su valor aunque de vez en cuando me tiranicen.

Transformación significa que lo verdadero debe abrirse paso a través de lo inauténtico y lo auténtico, a través de las apariencias. Las flaquezas claman por un bien pleno; nos alertan de que hay algo latente en nosotros pero aún no lo hemos develado. Cuando lleguemos a transformarnos descubriremos, precisamente a través de nuestras flaquezas y enfermedades, una nueva calidad de vida, una nueva vitalidad y autenticidad." [4]

El párrafo citado hace referencia a un proceso de transformación autónomo y necesario para el crecimiento espiritual; resalta la importancia de encontrarse con las propias flaquezas y debilidades o como diríamos desde una perspectiva junguiana, enfrentarse con la Sombra, reconocer los aspectos oscuros de la personalidad e integrarlos. Detengámonos un poco en esto para aclarar algunos conceptos. Cuando Jung habla de Sombra se refiere a aspectos inconscientes reprimidos o que nunca llegaron a ser conscientes; desde este punto de vista, la Sombra es un problema moral ya que tomar conciencia de ella implica reconocer como actuales y reales aspectos oscuros de la personalidad. Estos aspectos suelen percibirse a menudo en los demás ya que la Sombra se suele proyectar, y además, la percepción de la Sombra es inhibida por la Persona (Sombra y Persona se encuentran en una relación compensatoria); el conflicto entre esta dinámica es lo que provoca los síntomas neuróticos ya que uno no es todo lo que pretende o desea ser. Dice Jung en Psicología de la transferencia: “La confrontación de la consciencia con la Sombra es una necesidad terapéutica y, en realidad, el primer requisito para cualquier método psicológico completo. A la larga, esto debe conducir a algún tipo de unión, aunque al principio esta sea un abierto conflicto, y a menudo permanece así durante largo tiempo. Es una lucha que no puede eliminarse con métodos racionales. Cuando se reprime voluntariamente sigue en el inconsciente y sólo se expresa en forma indirecta y mucho más peligrosa, de modo que no constituye una ventaja. El resultado no puede saberse de antemano. La única certeza es que ambas partes sufrirán algún cambio." [5]

Volvamos a aclarar que la Sombra no sólo representa aspectos oscuros de la personalidad, en ella también encontramos habilidades, instintos, cualidades morales adaptadas, fuerza e impulso creativo.

Como contrapartida de la Sombra, podemos definir a la Persona (máscara) como rol social, como un recorte de la psique colectiva, una máscara que finge individualidad, es un papel representado donde la psique tiene la palabra, lo que parece individual en el fondo es colectivo, no es algo real, es una apariencia, es una negociación entre lo que "quiero ser" y lo que los demás esperan que "sea", un compromiso entre individuo y sociedad acerca de lo que uno parece. Es un complejo funcional que surge por razones de adaptación. Es tanto una protección como una ventaja para actuar ante los demás.

Uno de los puntos fundamentales dentro de la teoría de Jung es la idea de que el psiquismo es un sistema que tiende a la autorregulación, o sea, que existe un interjuego de compensación y complementariedad entre las diferentes estructuras que lo forman (Persona/Sombra; Consciente/Inconsciente) Desde esta perspectiva, todo síntoma tiene una intención positiva; o sea que si ante un síntoma nos preguntamos para qué cosa positiva está vamos a obtener una información acerca de que es lo que nuestro inconsciente está queriendo lograr. Sea cual sea la respuesta, ese síntoma siempre va a tener como intención lograr el mejor equilibrio para esa persona en ese momento.

El concepto de autorregulación se basa justamente en la relación compensatoria existente entre lo consciente y lo inconscientes. Este proceso de autorregulación funciona todo el tiempo, pero sólo tomamos consciencia de él cuando existe un conflicto o un estancamiento dentro de nuestro proceso de desarrollo psicológico o como Jung lo llamó proceso de individuación.

Debido a que el ser humano es un ser social existe también una necesidad de adaptación constante al medio, o sea, nuestro psiquismo responde no sólo ante estímulos provocados por sensaciones internas, sino que también debe responder a los estímulos provenientes del entorno. Cuando hay una dificultad de adaptación, la energía psíquica realiza un proceso de regresión, o sea, va de lo consciente a lo inconsciente en búsqueda de algún elemento que le permita readaptarse y superar la dificultad; esto produce la activación de contenidos inconscientes, ya sea a nivel personal o colectivo, la energía entonces hace el camino de lo inconsciente a lo consciente, progresa, llevando estos nuevos recursos, los cuales por lo general aparecen como síntomas neuróticos, con la consecuente sensación de desequilibrio.

Cuando ocurre esto, lo inconsciente comienza a dar señales como sueños, síntomas neuróticos, fantasías, que no son otra cosa que un intento del psiquismo de encontrar un nuevo equilibrio. Desde este punto de vista podemos definir a la neurosis como la necesidad psicológica de la búsqueda de un nuevo equilibrio, se trata de una crisis psicológica debida a la disociación de la personalidad por activación de los complejos [6]. Toda neurosis se caracteriza por disociación y conflicto, pero este conflicto no ocurre porque sí, sino que tiene un fin, es la posibilidad de encontrar un nuevo equilibrio ante nuestras limitaciones; visto así, la neurosis es un intento de autosanación del sistema psíquico autorregulador para reestablecer el equilibrio. Desde este punto de vista, podemos concluir que todo material proveniente de lo inconsciente tiene una intención positiva la cual sería la búsqueda de un nuevo equilibrio.

Los sueños, fantasías, experiencias de sincronicidad y otras manifestaciones de lo inconsciente, intentan corregir desequilibrios significativos. Volvemos entonces a repetir lo dicho unos párrafos antes, toda manifestación inconsciente es un intento de adaptación que tiene que ver con la búsqueda del mejor equilibrio posible para ese individuo en ese momento; desde este punto de vista, un síntoma es una manifestación de dicha necesidad, por lo que ante la aparición de algún síntoma o una manifestación inconsciente debemos preguntarnos ¿Para que aparece? ¿Qué significado tiene en este momento de mi vida? ¿Qué me está queriendo mostrar? ¿Cuál es el nuevo equilibrio que debo alcanzar?

Jung habló de Función Trascendente, la definió como aquella función psíquica que surge de la tensión entre consciente e inconsciente y que mantiene su unión, o sea, la Función Trascendente junta los opuestos para producir un tercero. El mismo Jung aclara en su artículo La Función Trascendente (1916) que con este término no se refiere a nada metafísico, sino que lo toma de la función matemática que articula números imaginarios y reales, de la misma manera la Función Trascendente psicológica une contenidos conscientes e inconscientes. Como vemos, la función trascendente es esencialmente un aspecto de la autorregulación psíquica, se manifiesta básicamente en forma simbólica provocando la vivencia de una nueva actitud hacia uno mismo y hacia el entorno. ".... la tendencia de lo inconsciente y de la consciencia son los dos factores que componen la Función Trascendente. Esta tendencia se llama trascendente porque posibilita orgánicamente[7] el paso de una actitud a otra... "

Llegamos aquí al concepto de creatividad como proceso sanador del psiquismo. Según plantea Carlos Byington en su Psicología Simbólica Arquetípica, la energía psíquica puede tomar dos caminos, uno es el de la fijación a determinados hitos psíquicos provocando que las funciones estructurantes del psiquismo se vuelvan defensivas, lo cual va a generar una persona defensiva o, que la energía psíquica sea creativa generando una persona creativa con funciones estructurantes creativas.

Como todo proceso inconsciente, la creatividad tiene autonomía propia. Dice Jung: "... haríamos bien en considerar el proceso creador como un ser vivo implantado en el alma del hombre. La psicología analítica lo designa como un complejo autónomo que vive una vida psíquica propia, como un alma parcial separada de la jerarquía impuesta por la consciencia y que, según su valor energético, su fuerza, o bien aparece únicamente como alteración de los procesos conscientes arbitrarios o bien toma a su servicio al Yo en calidad de instancia superior. .." [8]

"El proceso creador.... consiste en una vivificación del arquetipo y en un desarrollo y conformación del mismo hasta su plasmación en la obra acabada" [9]

Como venimos intentando exponer, la venganza requiere por un lado que la energía psíquica se torne creativa pero por el otro lado queda fijada al hecho traumático que sirve como constante movilizador para ejecutar el plan. Esto es lo que ocurre básicamente en todo proceso creativo una vez que el Yo toma el mando: plan y ejecución.

Volvamos a Anselm Grün y al concepto de transformación. Plantea Grün que la Biblia está llena de imágenes de transformación; Dios aparece en la Biblia como el que transforma al hombre y al mundo, el encuentro del hombre con Dios lo transforma y lo salva. El Antiguo Testamento está lleno de imágenes que hacen referencia a la transformación, pero no tiene una palabra que haga mención de la misma; en cambio el Nuevo Testamento contiene dos expresiones: metamorfoszai (ser transformado) y metaschematizein (transformar).

Grün hace referencia a los siguientes símbolos: A la salida de Egipto Dios transforma al mar en tierra seca para que los israelitas pudieran cruzar a pie mientras los egipcios se hundían. Si Dios puede transformar el mar en tierra seca también puede transformar lo peligroso y amenazador en un estado de seguridad donde experimentamos a Dios y nos sentimos guiados y protegidos por él. El agua y lo seco son ambivalentes.

Entre las religiones mistéricas griegas, la transformación es el centro de la vida espiritual. El objetivo del místico es transformarse en un ser semejante a Dios. El motivo central de los mitos y ritos es acercarse a lo divino, que lo mortal sea inmortal.

El tema de los íconos también es significativo en este punto, Grün sostiene que nos transformamos en lo que contemplamos, el acto de mirar y ser mirados transforma, contemplar la imagen de Cristo, para el cristianismo, nos transforma, “nos hacemos uno con el contemplado”. Desde el punto de vista psicológico, la imagen de Dios es la proyección del Sí-Mismo, por lo que la contemplación permitiría el encuentro con uno mismo, lo que trae aparejado la sensación paradisíaca, ourobórica, donde no hay diferenciación entre Yo y el Otro. El ser humano necesita conocer y sentirse conocido.

Consciente, etimológicamente, conscious, deriva de con que significa “juntamente con” y scire, “saber” o “ver”. Tiene la misma derivación que la consciencia moral (consciencie). Ambas acepciones se refieren a “conocer con” o “ver con” un “otro”. Ciencia, que también deriva de scire significa “conocer”. La experiencia de conocer se deriva de dos factores: el “conocer” y el estar con “otro”, o sea, conocer juntamente con otro en un sentido dual. Hablamos entonces de dos aspectos del factor conocer: el conocedor y el objeto conocido. Comenzamos nuestra existencia en el estado inconsciente de ser objeto conocido y con el surgimiento del Yo nos vamos transformando en sujeto conocedor. Podemos entender la experiencia de “conocer con” como la capacidad de participar en el proceso de conocer simultáneamente como sujeto y objeto, conocedor y conocido. Esto sólo es posible en la relación con un objeto que también pueda ser sujeto, o sea, una relación con un otro externo (Persona) o con otro interno (Yo).

La transformación es un proceso que nunca termina. Desde el punto de vista junguiano, la transformación es parte de la maduración, un delicado equilibrio entre espíritu e instinto. Los instintos, a través de lo que conocemos como psiquización se transforman en arquetipos, los cuales son activados en lo consciente a través de ritos y símbolos (símbolos convertidores). Como explica Murray Stein en su libro El mapa del alma según Jung, Jung habla aquí de un espacio psicoide, un espacio virtual en donde el instinto pasa a ser arquetipo es un concepto aplicable virtualmente a cualquier arquetipo, que expresa la esencialmente desconocida, pero vivenciable conexión entre psique y materia. Jung sostiene que es improbable que la verdadera naturaleza del arquetipo sea capaz de hacerse consciente, de trascender, por eso lo llama psicoide. Para Jung, psicoide es un término que describe procesos que son como psíquicos o cuasi psíquicos, pero no propiamente psíquicos. El término se utiliza para distinguir las funciones psíquicas de aquellas que son vitales. Los procesos psicoides se encuentran entre la energía vital somática y los procesos corporales, por un lado, y los procesos propiamente psíquicos por el otro lado. La frontera psicoide define esa área gris que se encuentra entre lo que es potencialmente conocible y lo incognoscible en el funcionamiento humano. No se trata de una frontera precisa sino más bien un área de transformación. Los umbrales psicoides parecen mostrar un efecto señalado por Jung como “psiquización”: la información psíquica es psiquizada al pasar de lo incognoscible a lo conocido (la psique inconsciente), para luego seguir hacia lo cognoscible (la consciencia del Yo).

Los símbolos convierten la energía biológica en energía espiritual, este proceso de transformación se da gracias a la función trascendente como puente entre consciente e inconsciente, entre instinto y espíritu y es un proceso vital, de esta manera, la transformación para el hombre pasa a ser una necesidad vital. Transformar significa integrar lo nuevo a lo antiguo.

Arquetípicamente encontramos la idea de transformación en los cuentos y leyendas de las diferentes culturas en los diferentes tiempos, príncipes y princesas que se transforman en animales en general debido a la intervención de alguna fuerza externa. Esto de alguna manera es similar a lo que ocurre en el proceso terapéutico, el terapeuta, al igual que el brujo, facilita la transformación en el otro (y a su vez también es transformado) a través del encuentro con las emociones y sentimientos, con lo instintivo, con aquello que está en nosotros y no podemos controlar, con la naturaleza.

Individuación

El ser humano es un ser colectivo, necesitamos ir haciendo un proceso de diferenciación que nos permita ir sintiéndonos singulares e individuales. El proceso de individuación es un proceso a través del cual nos vamos haciendo singulares y adquiriendo individualidad. Es un proceso a través del cual el individuo psicológico va creciendo como ser diferente, a través de él el hombre se va liberando del arraigo a lo inconsciente.

La concepción junguiana del proceso de individuación propone un camino hacia el encuentro, la psique es creadora y el encuentro consigo mismo nos vincula con las posibilidades de encontrarle sentido a la vida, de trascender más allá de lo que uno es y conectarse con el todo. Ese puente que permite conectar al Sí-Mismo con el Todo es el símbolo (unidad sintética de sentido entre dos polos diádicamente opuestos, lo manifiesto y lo oculto). El proceso de individuación implica transitar un camino para llegar a ser quien se es auténticamente, es un proceso natural e inmanente, la contraparte psíquica de la evolución biológica. Este proceso se puede dar según plantea Jacobi de dos maneras, en forma natural o en forma técnica o artificial, o sea, ayudado por el análisis sintético-simbólico y con una mayor toma de conciencia.

Individuación es llegar a ser un ser singular, llegar a ser Sí-Mismo; lo social tiende a absorber lo individual enajenando la individualidad en lo colectivo. Luigi Zoja, en su libro La muerte del prójimo, plantea que el grupo es un “desindividualizador”, pero es necesario como compensación del proceso natural de individuación porque si no perderíamos no sólo el vínculo con el otro sino también con nuestra raíz colectiva inconsciente.

Las etapas básicas del proceso de individuación podrían ser sintéticamente descriptas en desidentificacción del Yo y la Persona (descubrir, reconocer y enfrentar las máscaras), confrontación con la Sombra (reconocer las proyecciones, recogerlas e integrarlas), encuentro con el Anima-Animus (confrontación con lo inconsciente) y encuentro con el Self.

El modelo mítico más claro para explicar la individuación es el mito del héroe. Los símbolos que aparecen en los mitos son productos espontáneos de la psique. Uno de los motivos típicos del mito del héroe es la iniciación. Dice Campbell: “Los llamados ritos de iniciación que ocupan un lugar tan prominente en la vida de las sociedades primitivas (ceremoniales de nacimiento, nombre, pubertad, matrimonio, entierro, etc.) se distinguen por ser ejercicios de separación formales y visualmente severos, donde la mente corta en forma radical con las actitudes, normas y reglas del estado que se han dejado atrás. Después sigue un intervalo de retiro más o menos prolongado, durante el cual se llevan a cabo rituales con la finalidad de introducir al que pasa por la aventura de la vida a las normas y sentimientos propios del nuevo estado, de manera que cuando finalmente se le considera maduro para volver al mundo normal, el iniciado ha de encontrarse en un estado similar al del recién nacido”. [10]

Sólo el nacimiento conquista la muerte, debe haber dentro nuestro una continua recurrencia al nacimiento para enfrentar lo que inevitablemente va viniendo. El héroe es aquel que ha sabido vencer sus propias limitaciones. Según Campbell, en la aventura mitológica del héroe la unidad nuclear es el monomito: separación-iniciación-retorno. Esta es una estructura repetitiva en sueños, mitos, leyendas de todos los tiempos y es la misma estructura que toman los guiones de las películas y las novelas. El Conde de Montecristo no es una excepción, encontramos en el argumento la misma estructura que plantea Campbell: tenemos la separación en el comienzo del libro, si Dantes vuelve a Marsella es porque primero se fue y se separó de sus familiares, amigos y conocidos; la iniciación se produce en la cárcel a través de las enseñanzas y el legado del abate Faría y el regreso se ve en todo el plan de venganza ya transformado en el Conde de Montecristo.

Cómo síntesis podemos decir que la necesidad de venganza es una emoción derivada de ira y enojo mal canalizados, que comienza a partir de una situación de traición o exclusión o sea que esa emoción para poder desarrollarse va a necesitar de un proceso racional y creativo para idear y ejecutar un plan. Esto implica un cambio de máscara, un “ descenso a los infiernos” para encontrarse con la propia Sombra y un proceso de transformación interna.

“No hay terapia ni análisis que puedan curar a un corazón incapaz de confiar” (Marion Woodman)


Referencias

[1] - Graves, R.: Las aventuras del sargento Lamb. Ed. Edhasa. España. 2003

[2] - Byington, C: Envidia creativa. Ed. Religare. San Pablo. Brasil. Pág. 59

[3] - Jung, C. G.: Aion. Contribuciones al simbolismo del Si-Mismo. O.C. Vol 9/2. Ed. Trotta. Madrid. España. 2011. Pág. 14

[4] - Grün, A.: Transformación. Ed. Lumen. Buenos Aires. Argentina. 1993. Pág. 7

[5] - Jung, Psicología de la transferencia. Rey y Reina

[6] - Entendemos aquí por complejo a una red de tonalidad afectiva que contiene aspectos positivos y negativos; en los complejos estarían los recursos que el individuo necesita para resolver su conflicto y encontrar un nuevo equilibrio.

[7] - Jung, C.G. La función trascendente. OC VOL 8. Pag. 77. Ed. Trotta. Madrid. España. 2004

[8] - Jung, C. G.: Relaciones de la psicología analítica con la obra de arte. OC vol 15. Pag. 67. Sobre el fenómeno del espíritu en el arte y en la ciencia. Ed. Trotta. Madrid. España. 1999.

[9] - op. Cit. Pag. 74

[10] - Campbell, J.: El héroe de las mil caras. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. Argentina. 1992. Pág. 16 y 17